Si no hay BID, hay NBD

La mejor razón para que Colombia esté en el Nuevo Banco de Desarrollo, ‘el banco de los Brics’, la dio la destemplada reacción del Departamento de Estado de los Estados Unidos por la adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, de que se opondrá al desembolso de recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ‘y otras instituciones financieras internacionales’ a proyectos en los que participen empresas chinas.

El BID es una entidad multilateral, no es propiedad del gobierno de los Estados Unidos, que es un accionista sin duda principal, pero minoritario; tiene unos estatutos que le dan su gobernanza y decide de manera colegiada y por mayorías. Su participación en el capital del BID es del 30 %, lo que significa que el 70 % es de otros socios, entre ellos Argentina, Brasil y México, que superan a Estados Unidos por pequeño margen; con Colombia la diferencia ya no es marginal.

China integra el BID como país no regional no prestatario, igual que Francia, Alemania y Noruega. La sombría amenaza lanzada en Washington implica que un socio, Estados Unidos, pretende vetar proyectos para el desarrollo de otro socio, Colombia, ejecutados por otro socio, China. Si fuera posible que el BID estuviera sujeto a la voluntad unilateral de cualquier socio sin importar el peso que tenga en el capital, eso acreditaría la importancia de que Colombia se integre a otros mecanismos multilaterales de financiación para el desarrollo, exentos de este tipo de circunstancias, como alternativa para tener a otras fuentes de recursos cada vez más difíciles y escasos.

El Nuevo Banco de Desarrollo que preside Dilma Rousseff, es la respuesta institucionalizada de los países en desarrollo a la tozudez de los países industrializados de no modernizar la gobernanza financiera mundial para incluir las realidades de un mundo en donde Brasil, India y China con el 22 % del PIB y el 37 % de la población, son más representativos que el G7.

Cada vez hay más mecanismos financieros de cooperación Sur-Sur que no excluyen, sino que se podrían integrar con otros como el Banco Mundial. Por ejemplo, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura que China fundó en el año 2014, al año del lanzamiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. China promueve la diversificación del sistema financiero internacional con mecanismos e instituciones que pueden integrarse a las rígidas estructuras de Bretton Woods.

La participación china en los mecanismos financieros internacionales no se va a reducir, todo lo contrario, pues corresponde a las tendencias de las fuerzas económicas relativas de la globalización. Xi Jinping en 2016 lo resumió así: “la configuración de la gobernanza global depende de la correlación de fuerzas en el plano internacional y los cambios en la correlación de fuerzas determinan los cambios en el sistema de la gobernanza mundial; China tiene en el desarrollo su tarea central y por lo tanto, el derecho a opinar en la gobernanza global y la capacidad de actuar tomando iniciativa en las responsabilidades internacionales”.

Desde entonces, en los foros más importantes como G20, Davos, Apec, Naciones Unidas, FMI o el reciente Celac-China en Beijing, el liderazgo chino enfatiza la urgencia de reformar la gobernanza financiera internacional. La ‘Declaración de Beijing del Cuarto Foro Ministerial CELAC-China’ llama “a la reforma del sistema financiero internacional con el fin de hacerlo más eficiente, más equitativo, mejor alineado con el mundo actual y capaz de responder a los desafíos que enfrentan los países en desarrollo (...) en el cierre de la brecha de financiamiento para el cumplimiento de los compromisos internacionales”.