Lecciones de un paro fallido

Es irónico e inusual, cuando menos, que sea un gobierno el que convoque un paro nacional desde el poder.

Los gobiernos deben ser los más interesados en que el comercio y los servicios funcionen sin interrupción y cada vez con mejores condiciones. Por eso resulta indignante que sea el propio Gobierno el que llame a los bloqueos -así el Presidente ahora diga que no fue quien hizo ese llamado-.

Todo esto refuerza una realidad inédita en la historia política moderna de Colombia: que el presidente Petro ocupa el cargo desde el cual tiene la responsabilidad de representar las instituciones colombianas, y al mismo tiempo es el principal detractor de la institucionalidad y de las labores del Estado.

En vez de buscar liderar acciones para profundizar la confianza de la ciudadanía en el Estado, algo que cualquier estadista procuraría conseguir, Petro ha buscado aumentar las enemistades y explotar políticamente la desconfianza.

Es inmensa la irresponsabilidad de un gobernante que insiste en incendiar y en fomentar la pérdida de confianza para presentar su proyecto como la salvación ante todos los problemas.

Lo ocurrido la semana pasada es un episodio más de una agenda ya vista por los colombianos a lo largo de este periodo presidencial. Con las protestas citadas por el Presidente ocurre lo mismo que con los llamados cabildos y asambleas por la consulta popular: el Gobierno los convoca -claramente están conformados por sectores de la ciudadanía afines al petrismo - y luego el mandatario argumenta que ‘el pueblo’ ha hablado.

Pero no hay nada de espontáneo en ese repertorio cada vez más conocido por el país. Tampoco el presidente puede cometer el atropello antidemocrático de asumir que el deseo de sus más radicales seguidores es la voluntad de toda la nación.

El mensaje que debería oír el Gobierno es uno de verdadera contundencia: lo que ha demostrado la ciudadanía es que el Presidente no puede seguir en su permanente desafío a las instituciones con la amenaza de fondo de que ‘el pueblo’ lo respaldará. Petro, que se ha creído dueño e intérprete único de algo tan etéreo y subjetivo como es un pueblo, debe saber que los colombianos no están dispuestos a irse a las calles y paralizar la nación cada vez que al gobierno se le antoje convocar una movilización.

La conclusión del fallido llamado a un paro nacional debe ser leída desde dos miradas. Por una parte, pierde fuerza la poco democrática estrategia del Presidente de amenazar al país y sus instituciones con movilizaciones y paros cada vez que una decisión legítima no es de su gusto.

Y, por otro lado, recuerda a las instituciones y a sus líderes que es hora de perder el miedo a la intimidación recurrente del gobierno con bloqueos y manifestaciones.

Pero, sobre todo, el paro fallido debe recordarle al Gobierno que el problema de quien delega toda su legitimidad política a las movilizaciones y protestas es que cuando las calles lucen vacías, también su agenda pierde cualquier sentido.

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Posdata: a finales de la semana pasada, Colombia fue anfitrión de la Cumbre de jefes de Estado del Caribe y el Presidente de la República volvió a ausentarse. La expresión ‘viernes de agenda privada’ se ha convertido en una referencia a las injustificadas ausencias del presidente, pero el asunto es todo menos de risas. Son muchos los aprietos y dificultades que las ausencias sin explicar de nuestro presidente han traído al país. ¿Dónde estaba el presidente Petro y por qué se ausentó?