Los que alientan desde el cielo

Instrucciones

Arrastra con dos dedos para desplazarte por el mapa

Utilizar los dos dedos para ampliar o reducir el mapa

Pasión Mortal Reportaje de Pasión Mortal

La barra-brava es una droga, dice Luz Élida Fernández. Ella la padeció mucho tiempo en la carne de su sobrino Andrés Carvajal, desde niño agarrado por la adicción a esa manada que supuestamente palpita con el sueño de recorrer el mundo detrás de una camiseta. La otra familia. Así la explican. Con la barra se viaja, se come, se sufre y se alienta. Pero también se sangra. Es un clan. Eso dicen. El pasado 9 de febrero Andrés cayó asesinado a puñaladas en el barrio Oásis de Comfandi, cuando intentaba llegar a un clásico del fútbol vallecaucano en el estadio Palmaseca de Palmira. Tenía 27 años y al parecer su pecado capital fue salir vestido de rojo.

Varias horas antes del partido de ese día, la secuencia del crimen captada en el celular de un taxista que lo presenció desde la carretera, se viralizó como símbolo fatal del futbol colombiano: el escenario de una confrontación que supera los márgenes de las canchas y se extiende en un sinsentindo que solo encuentra en los cementerios la frontera final. Las imágenes del video ilustran la forma en que la violencia se ha ido naturalizando en las calles, con un chico tratando de escapar de las manos que lo perseguían a cuchillo por pertenecer a otro equipo, mientras el tráfico alrededor transcurría sin alterarse a plena luz. El último soplo de vida de Andrés Carvajal es la confirmación de la indiferencia generalizada: sobre un carro detenido al que recuesta la cabeza pidiendo ayuda, el muchacho se desvanece mientras alguien –ya no el taxista- lo sigue grabando con un teléfono.

Aunque el país presenció la muerte a través de redes sociales y portales de noticias, nada pasó esa vez. No hubo suspensión de la fecha, ni siquiera minutos de silencio. Cuando el chico cayó al asfalto solo fue otro número más. La nueva cifra de un inventario en el que pocos se detienen y que ni siquiera existe en los conteos policiales, como si se tratara de ‘faltas’ para las que no hubo árbitro. Pero lo cierto es que según datos de la Fiscalía General, de Medicina Legal y registros de medios de comunicación, 149 personas fueron asesinadas durante los últimos doce años en el país, por el simple hecho de vestir la camiseta de un equipo. Ningún homicidio ocurrió adentro los estadios. Ninguno en medio de un juego. Sin embargo todos los crímenes, de una u otra forma, fueron consecuencia del fútbol. Reflejos inequívocos de la pasión mortal que encierra.

Andrés Carvajal era hincha del América. El equipo con mayor número de seguidores asesinados entre 2008 y lo que va del 2020, con 37 casos. Le siguen Nacional (32), Deportivo Cali (22), Millonarios (15) y Medellín (8). Es un conteo perverso. Un viaje estremecedor por uno de los senderos de pena que envuelven el deporte con más fanáticos en Colombia. 149 víctimas es casi el mismo número de plazas que llenaría un articulado del Sistema Masivo Integrado de Occidente, MÍO (con capacidad total para 160 pasajeros). Un bus de muertos: ese es el balance que deja la reciente guerra de barras-bravas en el país.

Hinchas del Santa fe se enfrentan entre ellos en el estadio El Campín. Doce personas han muerto en Colombia en los últimos doce años por riñas entre hinchas del mismo equipo.
Hinchas del Santa fe se enfrentan entre ellos en el estadio El Campín. Doce personas han muerto en Colombia en los últimos doce años por riñas entre hinchas del mismo equipo.
Foto: Colprensa

“Es una pena que les haya llegado ese virus. Nosotros convivimos hace muchos años con ese virus, no se puede erradicar… Se está haciendo lo imposible”, lamentó desde Buenos Aires Miguel Ángel Brindisi, el técnico que en 1997 hizo debutar en Independiente de Avellanada a Alveiro ‘El Palomo’ Usuriaga, delantero caleño acribillado en el 2004 a media cuadra de su casa, en el barrio doce de Octubre. De acuerdo con un listado de la ONG ‘Salvemosalfútbol.org,’ en Argentina, quizás la nación con el fanatismo más exacerbado del planeta, los registros de muertes asociadas al deporte cuentan 334 víctimas entre 1922 y 2019. En poco más de una década, Colombia contó casi la mitad de esos asesinatos.

Le dicen la segunda piel

El 22 de junio del 2013, a Óscar Bayardo Sandino, de 28 años y líder de la barra Comando Azules, lo mataron cuando iba hacia el estadio Pascual Guerrero. Entonces, un grupo de hinchas del Cali le hizo una emboscada al taxi donde iba con otros barristas. “Eso fue a propósito. A mí nadie me lo quita de la cabeza porque el taxista tenía toda la vía para seguir. Pero deja el taxi ahí, y el señor sale y se va… Y se vienen todos a atacar el taxi, todos con piedras, cuchillos, mata-ganados... Y empiezan a atacar a Óscar…” Sandra Sandino, la mamá del muchacho, recuerda su tristeza cuadro a cuadro, a partir del video de una cámara de seguridad que apareció en la investigación judicial del crimen. Vestida de azul y con el pelo negro y largo, vive en la localidad de Suba, en Bogotá.

Sandra Sandino, madre de Óscar Bayardo Sandino, asesinado por hinchas del Deportivo Cali cuando llegaba al estadio Pascuial Guerrero, en junio del 2013.
Sandra Sandino, madre de Óscar Bayardo Sandino, asesinado por hinchas del Deportivo Cali cuando llegaba al estadio Pascual Guerrero, en junio del 2013.
Foto: Hugo Mario Cárdenas L.

Es una película de terror. Una tropa de bárbaros que con el extermino cuajado en los puños la emprende contra cuatro chicos encerrados en un auto: estallan los vidrios, abren las puertas, clavan puñales, manos, patadas, piedras. Pudo ser una masacre pero los chicos escaparon milagrosamente. Todos van mal heridos. Todo es confuso, todos corren. Óscar huye con la espalda perforada hasta la Carrera 28 con Calle Sexta, donde lo alcanzan otra vez. Él no puede verlos, pero sus agresores quedan capturados en un nuevo video, la toma nerviosa de un celular que se asoma por la ventana de una casa del barrio El Cedro. Entonces todo es aun peor: mientras Óscar corre para salvarse recibe una puñalada más, un palazo más, otra pedrada más. Pocas horas antes del partido que lo trajo a Cali, el cuerpo sin vida del chico quedó tendido en el pavimento.

La mamá de Óscar dice que al principio no lograba entender esa manía de su muchacho por vestirse todos los días de azul. Hasta que un día creyó que el amor por Millonarios le compensaba a su hijo la ausencia del papá. Sandra es viuda. De modo que un día fue de lo más normal que Óscar siempre llevara prendas del equipo, camisetas, chaquetas, gorras, medias, lo que fuera. “Le dicen la segunda piel”, explica ella bajo la visera de una gorra con el escudo de Millos. El día del entierro, cuenta Sandra, el dueño de la funeraria le regaló un ataúd azul y blanco para que Óscar al fin descansara en paz.

En Bogotá fue sepultado el líder de la barra Comandos Azules de Millonarios, Óscar Bayardo Sandino, asesinado en Cali por hinchas del Deportivo Cali.
En Bogotá fue sepultado el líder de la barra Comandos Azules de Millonarios, Óscar Bayardo Sandino, asesinado en Cali por hinchas del Deportivo Cali.
Foto: Colprensa

Si bien es cierto que hay confrontaciones entre hinchas con detonantes distintos al juego, o la defensa de los colores, Alirio Amaya, experto en Convivencia y Seguridad del Fútbol, cree que el espectáculo y lo que implica, se transformó en un espacio que refleja toda la violencia que hay por fuera de los estadios: “Los hinchas no llegan de otro planeta, son los que están en los barrios, en las comunas…” Amaya, que estuvo vinculado a la investigación del proyecto Goles en Paz, y al diseño del programa de barrismo social en Bogotá, dice que eso es lo que sucede en muchos casos con los menores de edad: “En algunas organizaciones (barras) el tema está desbordado y estos menores generan muchos problemas, muchas prácticas que ponen en riesgo su propia vida, por citar el tema de ‘los guerriados’, los que viajan en camiones, donde hay una gran cantidad de muertos”. La quinta parte de las víctimas contabilizadas durante los últimos doce años, eran chicos entre los 14 y los 17 años.

Fanáticos del Independiente Medellín se encuentran a la llegada al estadio Atanasio Girardot y se frentan entre ellos con machétes y cuchillos previo a un clásico.
Fanáticos del Independiente Medellín se encuentran a la llegada al estadio Atanasio Girardot y se frentan entre ellos con machétes y cuchillos previo a un clásico.
Foto: Tomada del video de un hincha.

El inventario de una carnicería

Además de mortal esta pasión también es ciega. En lo que va corrido del 2020, es decir, en el año sin fútbol, cinco personas ya perdieron la vida por los colores de su corazón. Una de ellas era un hincha del Cali, Nicolás Caicedo Velásquez, de 21 años, que murió en Nueva York, en la zona de restaurantes de Queens.

La familia contó que el muchacho fue a retirar dinero de un cajero electrónico cuando se encontró con un conocido y otras personas que empezaron a hablar de fútbol. Según parece, a Nicolás lo atacó un hincha del América, que le clavó un cuchillo en el pecho. En el mapa de los agresores, el ranking de la tragedia también se repite con los mismos equipos en los mismos lugares: primero América (31 casos), después Nacional (24), Cali (14), Millonarios (12) y Medellín (7).

Bajo la lupa del microcoscopio, “el virus”, como lo llama Migue Ángel Brindisi, se ve todavía más feo: de las 149 víctimas contabilizadas en los últimos doce años, 99 perdieron la vida por arma blanca. A 36, las mataron con arma de fuego. 9 de ellas murieron por caídas de altura, y entre el registro está el caso de Iván Tróchez, John Marvein, Cristian González y José Antonio Mayorga, hinchas del América que cayeron a un precipicio en la Vía Panamericana, mientras huían de una persecución policial.

Hinchas del Unión Magdalena intentan ingresar al estadio Eduardo Santos, por la fuerza, el ataúd con el cuerpo de un hincha del ciclón bananero muerto el día anterior.
Hinchas del Unión Magdalena intentan ingresar al estadio Eduardo Santos, por la fuerza, el ataúd con el cuerpo de un hincha del ciclón bananero muerto el día anterior.
Foto: Colprensa

Por objetos contundentes hay tres víctimas registradas. Otra más murió en medio de una golpiza. Y a otra, la aplastaron con un carro: se llamaba Juan Esteban Díaz, tenía 20 años y era hincha del Nacional; un grupo de aficionados del Deportivo Cali con los que había tenido una riña en un restaurante, lo siguieron fuera del negocio en un automóvil hasta atropellarlo. Sucedió el 17 de marzo del 2013 en la vía Yumbo-Yotoco. Lo que expone el microscopio, pues, es el inventario de una carnicería.

El Valle es el departamento con más muertes (49), seguido de Cundinamarca (29), Antioquia (21), Santander (8) y Caldas (6). Luego están Nariño (6), Córdoba (5), Tolima (5), Cauca (4) y Cesar (3), lo que indica que la violencia atraviesa todo el país, incluyendo regiones que no han tenido una gran tradición futbolera. Y eso tiene que ver con que muchas de estas muertes ocurrieron en en el transcurso de un viaje con un partido como pretexto: entre el 2008 y el 2020, quedaron registrados 51 homicidios de hinchas en carreteras de Colombia. Cuatro asesinatos ocurrieron en los peajes de Chuzacá (Soacha), Betania (Valle), Estambul (Valle) y Villa Rica (Cauca).

Como perros sin dueño

José Sarsey Bolaños Silva perdió a su hijo Jonatan, de 17 años, el 30 de abril del 2016, cuando el muchacho trataba de regresar haciendo auto-stop desde Pasto, a donde había viajado para ver al Deportivo Cali. Conocido como El Chinga o El Caleñito, Jonatán se había hecho fama en Armenia, donde nació, por las aventuras temerarias que lideraba sobre camiones y tractomulas que aprendió a cabalgar para recorrer el país detrás de su afición. En cuentas de Instagram y de Facebook que destacan la osadía vandálica de los combos que viajan de esa forma, las fotos de Jonatan aparecen de vez en cuando como postales al desafío de cualquier ley.

El padre de Yonatan Bolaños, José Bolaños, lamentó lo ocurrido con su hijo, hincha del Deportivo Cali y asesinado por seguidores del América en la Vía Panamericana.
El padre de Yonatan Bolaños, José Bolaños, lamentó lo ocurrido con su hijo, hincha del Deportivo Cali y asesinado por seguidores del América en la Vía Panamericana.
Foto: Hugo Mario Cárdenas.

“Con una edad de unos 12 años fue que él empezó a escaparse, porque yo tenía que irme a jornalear a las fincas. Al principio iba a Cali o a Pereira, pero de 13 años en adelante no lo atajaba nadie: iba a Barranquilla, a Bucaramanga, Floridablanca, fue a Cúcuta, anduvo todo Colombia y todo así… La última vez que yo lo aconsejé, le dije Jonatan no haga eso mijo, yo sufro mucho por usted… Y él me decía que noooo, que no pasa nada papá… Y yo mijo, eso no lo diga que hasta presiento cosas: ¿Usted cree que va a ser bueno que para mí que alguna vez reciba una razón de que a usted lo mataron, que no se sabe donde se quedó? Lo botan por ahí y hasta un perro se lo come…”

José Sarsey Bolaños encontró a su hijo tres días después de muerto. Lo asesinaron a lances de machete cuando se cruzó en la Vía Panamericana con una gavilla de hinchas del América que también viajaban a lomo de tractomula. El cuerpo apareció en aguas del río Mandivá, al norte del Cauca.

Paradójicamente, dice el experto en Fútbol y Convivencia, Alirio Amaya, Colombia es un referente de trabajo articulado entre el Gobierno, la ciudadanía y las barras: “Los mismos clubes deportivos ayudaron a construir la única política pública que existe en el mundo, que es el Plan Decenal del Fútbol”. Es decir, no hay otro lugar en el planeta con un plan así. Solo funciona en Colombia, el país del Sagrado Corazón, el país de la pasión mortal.

Mi droga sos vos

La delgada línea entre las barras y las bandas

Nada cambia: a pesar de ser el único país con una política social construida para enfrentar la violencia asociada al fútbol, la criminalidad sigue ganando el partido. Conteo de goles en contra.

“La barra refleja los problemas sociales del país”

Alirio Amaya, experto en convivencia y seguridad en el fútbol, habla del significado de que 149 jóvenes murieran en los últimos años por llevar la camiseta de un equipo.

Comparte en tus redes sociales

COMENTA