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Ir y volver: Migración inversa

Las políticas del odio, la construcción de muros y el rechazo sistemático han convertido los viajes de los migrantes en un periplo cíclico...

Andrés Restrepo Gil
Andrés Restrepo Gil. | Foto: El País.

1 de jun de 2025, 12:43 a. m.

Actualizado el 1 de jun de 2025, 12:43 a. m.

Para quienes los expulsan, el énfasis está puesto en el sinnúmero de problemas que migrantes y solicitantes de asilo provocan. Para quienes no los quieren en sus países, la atención debe estar puesta en los inconvenientes que el tránsito de personas desencadena.

El énfasis detrás de los discursos contra la migración se enfoca exclusiva y sospechosamente en las consecuencias que la movilidad humana trae consigo, creando mitos sobre el origen de la criminalidad o la descomposición social que provoca el cruce de fronteras internacionales por parte de personas, ciudadanos de otros países, que fueron a buscar nuevas y mejores oportunidades en otro.

Tal preocupación es tan grande que termina por opacar otras aristas que, quizá, solo quizá, sean realmente dignas de preocupación. No hay explicación más reconfortante de los males propios que la que adjudica responsabilidades ajenas.

Que la preocupación de las sociedades receptoras esté puesta más en los mitos sobre los migrantes que en las dificultades que padecen, dice más de nosotros, que los recibimos y no tanto de ellos, que llegan.

Tan fuertes se han hecho los discursos que los incriminan y rechazan, y tan estrictas se han hecho las políticas que los tratan como criminales, que las rutas que hoy tomaban hacia el norte no solo han tenido un descenso en el número de personas que la cruzan, sino que parece haber ya una tendencia a buscar rutas que los lleve del norte a donde llegaron con esfuerzos y los traiga al sur, lugar del que muchos de ellos partieron.

Este fenómeno, denominado por Migración Colombia, como Flujos Migratorios Inversos, se refiere a una nueva dinámica de movilidad en la que los migrantes ya no van de América del Sur hacia el norte, sino del Norte de América y del Centro de América hacia nuestro país. Para luego, tal como los migrantes lo afirman, seguir la ruta hacia sus países de origen: Venezuela, Ecuador, Nigeria, entre otros.

A diferencia del primer trayecto, que los llevó de sur a norte, este trayecto se hace con menos expectativas, afectados por las políticas del odio y las decisiones de quienes han hecho de los mitos, de la intimidación y del rencor sus formas de gobierno.

Este trayecto, que los lleva de regreso, se hace con menos esperanzas y movidos por sueños más livianos. Ahora, en circunstancias similares a las que se enfrentaron cuando fueron al norte, este viaje de regreso no es completamente seguro y también en esta nueva dirección los migrantes están expuestos a ciertos peligros: en febrero de este año, por ejemplo, se reportó en Panamá un naufragio de una embarcación que se dirigía hacia el sur, en la que una niña de nueve años perdió la vida.

Las políticas del odio, la construcción de muros y el rechazo sistemático han convertido los viajes de los migrantes en un periplo cíclico, doloroso y prolongado, que los obliga a dar la vuelta, a ir de un lado a otro; a ir y a volver.

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