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Héctor Abad Faciolince, sobre su nuevo libro: “No soy capaz de asimilar más violencia, ya hay suficiente muerte en mi vida”

El escritor colombiano presentó en la FILBo su libro ‘Ahora y en la hora’, un testimonio sobre la guerra en Ucrania, que atestiguó en carne propia y sobrevivió para contarlo.

Héctor Abad Faciolince
"En este momento no iría a Estados Unidos, me da miedo. Pienso que es espantoso que ocurra esta persecución a los inmigrantes y la negación de libertades en uno de los países que era el más democrático”, Héctor Abad Faciolince. | Foto: Federico Ríos

11 de may de 2025, 11:30 a. m.

Actualizado el 11 de may de 2025, 11:18 p. m.

El eterno retorno de la barbarie parece ser la conclusión a la que llegó Héctor Abad Faciolince en ‘Ahora y en la hora’, su más reciente libro, que es un testimonio de la guerra en Ucrania, que él define como la nueva invasión rusa, que históricamente siempre ha pretendido apoderarse de este territorio europeo y está vez, al frente de Vladímir Putin, está buscando con toda su fuerza bélica someter a los ucranianos. Pero, liderados por Volodímir Zelensky, ellos resisten, aunque con una altísima cuota de muerte.

Hasta allá, aceptando una invitación a la Feria del Libro de Kiev, llegó el escritor colombiano en 2023, para conocer a sus lectores ucranianos, manifestar su apoyo presentando la iniciativa latinoamericana Aguanta Ucrania, así como para atestiguar la destrucción y los estragos sociales de la guerra, quizá con la intención de escribir un artículo periodístico.

Ahora y en la hora
Libro testimonial de la invasión rusa en Ucrania. | Foto: Penguin Random House

Otro fue el rumbo que tomaron las circunstancias. El último día, cuando el grupo formado por los colombianos Sergio Jaramillo (excomisionado de Paz), la periodista Catalina Gómez, el escritor Héctor Abad Faciolince, y la escritora ucraniana Victoria Amélina, visitaron la ciudad de Kramatorsk, ubicada en la región de Donetsk, para una cena de despedida en una pizzería local, un misil ruso de 600 kilogramos de explosivos impactó contra el edificio donde estaban comiendo, dejando trece personas muertas, entre ellas, Victoria Amélina, que era la guía del escritor colombiano, y más de 60 heridos. Jaramillo, Gómez y Abad Faciolince sobrevivieron.

Apenas dos años transcurrieron desde aquella tarde trágica en Kramatorsk; ahora Héctor Abad Faciolince está en la comodidad de un sillón en el Hotel Hilton de Corferias, como invitado a la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo 2025), donde presentó ‘Ahora y en la hora’. Afectado aún por la experiencia en Ucrania, responde con un tono algo pesimista, aferrado a la escritura como su última tabla de salvación ante un presente en el que la humanidad parece naufragar.

—¿Cuál fue su primer pensamiento al comprobar que había sobrevivido?

Después del shock emocional instantáneo, esa especie de apagón de la mente, en que se suspende el tiempo y el espacio, lo único que uno quiere es ar a las personas más cercanas: los hijos, la esposa, la familia y los amigos más cercanos, para decir lo más simple, que uno está vivo.

Las reflexiones van apareciendo lentamente, también emerge la locura de pensar lo que pudo pasar y no pasó, lo que casi ocurre, de recordar a los que cayeron. Todo eso se convierte en una especie de tormenta psicológica.

—¿Y cuándo sintió la necesidad de escribir sobre este hecho que por poco termina con su vida?

Precisamente para aclarar las ideas confusas que llegan a la mente como en oleadas caóticas, es que sirve, o puede servir, la escritura. Para tratar de organizar las esquirlas de una explosión y armar como el rompecabezas de lo ocurrido y relacionarlo con el resto de la vida. Para atar cabos. Poner las piezas donde se puedan acomodar.

En teoría, ese era mi procedimiento para escribir, pero, por lo menos en este caso, nunca me había resultado tan difícil armar el rompecabezas de una experiencia. Ni siquiera sé si lo pude armar del todo.

De hecho, escribí dos libros al mismo tiempo. Uno era una novela de ficción en Gaza, y el otro una crónica de mi viaje a Ucrania, pero solo este último fue publicado. Lo que entregué originalmente era un libro doble, reflejo de lo caótica que estaba mi mente. Tenía capítulos de ficción y de crónica intercalados. El libro de ficción se llamaba ‘Con tres dedos se escribe’, y el de crónica, ensayo y memoria era ‘Ahora y en la hora’.

Solo con la escritura me puedo oponer a los horrores que percibo en Rusia, en Estados Unidos, en Irán, en Israel. Desde la escritura, puedo ejercer, al menos personalmente, cierto grado de resistencia.

—Como con ‘El olvido que seremos’, ¿’Ahora y en la hora’ es un libro que jamás desearía haber tenido la obligación de escribir?

Así es. Son los dos libros que yo he sentido la responsabilidad de escribir. Contrario a mis otros libros, que he escrito porque quiero, partiendo de historias que me rondan y de algún modo me acompañan, algo que a mí me parece literario y que quiero contar generalmente basado en recuerdos y en experiencias.

Pero con el libro del asesinato de mi papá y el libro del asesinato de Victoria Amélina, que son dos personas sin voz, que ya no pueden hablar por sí mismas, que no pueden terminar de decir lo que se proponían, en estos casos, yo sentí el deber de esforzarme todo lo posible por darles voz. Por no permitir que se mueran tan rápido del todo. En ese sentido se parecen estos dos libros. Por la obligación y por la responsabilidad.

Ahora bien, con el de mi papá esperé 20 años para escribirlo. Mientras que con ‘Ahora y en la hora’ empecé a escribirlo muy pronto. Tal vez por eso mismo la dificultad. Además, Victoria no era una persona amada por mí, no era ni siquiera una amiga. Se volvió amiga mía después de muerta. Muchas cosas, lo descubrí escribiendo, nos unían sin que yo supiera.

—¿Cómo cambió su perspectiva de la guerra en Colombia y las proporciones de nuestro conflicto ante la realidad de Ucrania?

Hay una inmensa diferencia geográfica entre Colombia, y en general América Latina, con esa región del centro oriental de Europa. Nosotros tenemos, desde hace mucho tiempo, una gran paz internacional. En nuestro país no tenemos miedo de que Brasil venga y nos invada. Nosotros tampoco vamos a invadir Panamá para recuperar lo que una vez fue colombiano y apoderarnos del canal. Ecuador y Perú no nos amenazan. La guerra que tuvimos con el Perú fue una escaramuza, casi sin importancia.

Nuestra violencia y nuestros muertos son causados entre hermanos. Nuestras guerras son todas civiles y la violencia es producto de la delincuencia o el narcotráfico. Y todo esto mantiene vivo un conflicto terrible por lo largo, pero son guerras de baja intensidad.

Un país como Ucrania, en cambio, como decía Timothy Snyder, está en la mitad de lo que él llama “las tierras de sangre”. Territorios invadidos una y otra vez desde los tiempos de los mongoles, por los suecos, los nórdicos. Luego por Alemania, Austria, Polonia, y por Rusia una y otra vez, es decir, Ucrania, que en la misma palabra se llama borde, orilla, margen, es una frontera siempre violada. En cambio, Colombia es un país que se puede permitir descuidar las fronteras, porque nadie nos va a invadir.

—Sin embargo, nuestras fronteras no podrían definirse exactamente como tierras pacíficas...

Me refiero a que las fronteras colombianas son tierras abandonadas. Todas estas ciudades fronterizas son un caos en manos de mafias, guerrillas o disidencias, o de capos, o caciques locales, y parece que el Estado no tiene necesidad de defenderlas.

Pero toda Ucrania es una frontera, una y otra vez invadida, destruida su cultura, su lengua, apresados y muertos de hambre. Los mismos soldados colombianos que están peleando por un sueldo allá dicen: “La guerra en Colombia es casi nada comparado con estar enfrentados en las trincheras contra uno de los ejércitos más poderosos de la tierra”.

Una cosa es un enfrentamiento entre fusiles y ametralladoras, y otra contra drones, misiles supersónicos, bombas de inmensa destrucción, mientras dos ejércitos sostienen sus ataques por días y días.

Es que son un millón de soldados muertos entre ucranianos y rusos en tres años. En todo el conflicto colombiano nunca se llegó a esas cifras. Las víctimas civiles ucranianas se contaban ya por decenas de miles en año y medio, y nosotros, aunque sí tuvimos decenas de miles de víctimas, esto fue en el transcurso de 30 o 40 años.

Son conflictos muy distintos. En los medios hablan del conflicto entre Ucrania y Rusia como si fuera una guerra entre iguales. Pero yo no lo llamaría así, para mí es la invasión rusa a Ucrania.

—Debido a esto, ¿cambió en los últimos tres años el prejuicio que pesaba sobre Latinoamérica y, en particular, sobre Colombia, de sociedades violentas?

Aquí vivimos una violencia al menudeo. Uno siempre tiene miedo de caminar por el centro de Medellín de noche y solo; existe el riesgo de ser violentado en cualquier momento, y eso hace que la vida cotidiana sea muy difícil. Pero en un país en guerra como Ucrania, yo no sentí eso. Nosotros salíamos por las calles de Kiev por la noche, después de la feria del libro, o de una comida, y caminábamos sin ningún miedo a la violencia al menudeo.

En los países europeos que no están en guerra las tasas de homicidios son tremendamente bajas. En las peores épocas de Medellín teníamos una tasa altísima de muertes violentas y, aunque bajaron, todavía son preocupantes, más altas que en cualquier país europeo.

Otra cosa es cuando una gran potencia invade a un país que tenía unas tasas de homicidio ridículamente bajas como Ucrania, cuando el país que tiene el ejército más poderoso de Europa y Asia, Rusia, invade a otro con toda su potencia mortífera, con tanques, aviones, con barcos, con un ejército de millones de hombres, esa invasión produce una mortandad que nosotros no conocemos.

—¿Y qué posición tiene sobre la guerra de Israel contra Hamás, en la Franja de Gaza?

Cuando iba en la mitad del libro de Ucrania ocurrió el ataque terrorista de Hamás que desencadenó la venganza criminal de Netanyahu, no solo contra los terroristas, también contra mujeres, niños, ancianos, palestinos en general, no militantes de Hamás, gente que no tenía nada que ver con la guerra. Eso me conmovió profundamente, pero yo ya no estaba en condiciones psicológicas como para acercarme a Israel o a la frontera con Gaza a tratar de ver con mis propios ojos qué estaba pasando. No tenía ni la capacidad psicológica, ni el valor para hacerlo. Pero tampoco podía cerrar los ojos a ese horror y por eso intenté acercarme a su dolor. De ahí surgió la parte del libro que era ficción y no una experiencia directa, que finalmente dejaron por fuera mis editoras.

Creo que ‘Ahora y en la hora’ era el libro que yo podía escribir a partir de mi memoria, pero eso no significa que le dé la espalda o que sea indiferente a otros conflictos que hay en el mundo, el de Gaza, el de Yemen, lo que sucede con las mujeres en Irán, o lo que pasa en América Latina, o el terror que está ocurriendo ahora en Estados Unidos, donde los latinoamericanos sin papeles somos una especie de humanos de segunda o tercera categoría a los que se los puede tratar como perros y enviarnos a campos de concentración en países cómplices. Pero el libro que podía escribir completo con mis entrañas era este, y realmente ahora no soy capaz de asimilar más violencia, ya hay suficiente muerte en mi vida como para ir a buscar más. No puedo con tanto dolor.

Sobre Colombia

“Con el fracaso de este Gobierno en Colombia vamos a estar expuestos a un péndulo espantoso que gira hacia el otro lado. En la derecha se están preparando para hacer alianzas con Bukele y Trump. Si el verdadero centro democrático y liberal, en el sentido clásico de la palabra, no se despierta de su letargo y de su inacción, vamos a caer en el otro lado del péndulo probablemente”.

Cuestión ideológica

“Pensar que la Rusia de hoy tiene algo que ver con el comunismo, o que sea de izquierda, es no entender nada. Putin es un policía secreto de extrema derecha, que no tiene nada que ver con el comunismo. Simplemente es un heredero de la Unión Soviética, que fue comunista. Putin es probablemente el hombre más rico del mundo, que dirige una cleptocracia, es decir, es un ladrón, un tirano y un asesino, que no tiene nada que ver con la izquierda. Trump y Putin se entienden muy bien en sentido ideológico, son ultraconserva- dores, y EE. UU. busca imponer un régimen similar al de Rusia”.

Periodista y escritor, entre sus publicaciones destaca el volumen de ensayos ‘Libro de las digresiones’. Reportero con experiencia en temas de cultura, ciencia y salud. Segundo lugar en los Premios Jorge Isaacs 2022, categoría de Ensayo.

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